El próximo sábado celebraremos la fiesta de San Serapio.
San Serapio, mártir nace en Londres en 1168 (otra versiòn señala que fue en el año 1175). Desde pequeño mostró gran piedad y una decidida inclinación religiosa. En su edad juvenil manifestó fervientes deseos de contribuir a la liberación de Tierra Santa, entonces en manos de los infieles. Su padre, que era general del ejército inglés y estaba emparentado con la familia real, prometió llevarlo consigo, y en el año 1190 marchó con el rey Ricardo Corazón de León a Palestina. Allí dio Serapio singulares muestras de valor y de intensa piedad, actuando decididamente en las batallas y socorriendo a los cristianos que sufrían en la esclavitud.
Años después, ya muertos sus padres, se dirigió a España para servir al rey don Alfonso VIII de Castilla en la guerra contra los sarracenos. Tan relevantes fueron sus virtudes y méritos, que el monarca lo nombró su consejero, prosiguiéndose la guerra hasta el triunfo final.
Después de otra incursión a Palestina, donde luchó contra las huestes de Conradino, hijo del gran soldán de Egipto, volvió nuevamente a España para combatir contra los moros al lado de los reyes Fernando de Castilla y Jaime I de Aragón.
Resolvió más tarde retirarse a la soledad y, habiendo conocido en Barcelona a san Pedro Nolasco, el glorioso fundador, ingresó en la orden de los mercedarios, fundada para la redención de cautivos, profesando los tres votos de castidad, obediencia y pobreza, y el cuarto, de quedarse en rehenes si fuese necesario para liberar a aquéllos. En el ejercicio de este nuevo ministerio desempeñó con eficacia numerosas misiones.
En aquel tiempo la isla de Mallorca estaba ocupada por los moros y desde allí partían navíos que asolaban las costas de Cataluña y apresaban las embarcaciones cristianas en el mar. Cuando el rey don Jaime partió con una armada contra aquella isla, Serapio se unió a la expedición y cooperó brillantemente a su conquista. Después partió hacia el archipiélago británico, con el objeto de propagar la fe en Inglaterra, Escocia e Irlanda, pero el barco en que viajaba fue apresado por los piratas sarracenos. Conocida su condición de sacerdote cristiano, fue atado a un poste y bárbaramente azotado, hasta que, considerándolo muerto, lo arrojaron desnudo a un arenal de las costas de Inglaterra.
Al tener noticia de su llegada, Alejandro, rey de Escocia, lo llamó a su lado, encargándole diversas misiones, que Serapio cumplió satisfactoriamente, hasta que recibió una carta de san Pedro Nolasco, quien le pedía que se restituyera a España.
Vuelto a la Península, realizó Serapio algunas redenciones, una de ellas en Murcia, donde libertó a noventa cautivos. Más tarde, en Argel, no pudiendo redimir a todos por falta de dinero, determinó quedarse él como rehén, con lo que dio comienzo su martirio; predicando públicamente la doctrina de Cristo y oponiéndose a la religión de Mahoma, fue apaleado y torturado, hasta que entregó la vida, el 14 de noviembre de 1240.
En 1743 fue inscripto como santo.
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