El 8 de septiembre se celebra la natividad de María, la MADRE por excelencia, la mujer que cambió la historia de la Iglesia y de la humanidad; pues gracias a Ella, Dios Padre quiso y pudo reconciliarse con el Hombre.
Y esta bendición, esta elección hecha por Dios de traer a Su Hijo al mundo, y con él la salvación para todos, fue determinada precisamente por María, por cómo ella era, por su carácter dócil y dulce, por su sencillez, pero también por su coraje, con el que aceptó asumir el difícil papel que el Todopoderoso había querido para ella.
“Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. De Ana y de Joaquin, oriente de aquella estrella divina, sale su luz clara y digna de ser pura eternamente: el alba más clara y bella no le puede ser igual, que, al ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. No le iguala lumbre alguna de cuantas bordan el cielo, porque es el humilde suelo de sus pies la blanca luna: nace en el suelo tan bella y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella”
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