Si preferís escucharla darle al play al final de la carta.
EN LA FIESTA DE NUESTRA MADRE DE LA MERCED, HERENCIA 2014
"Queridos hermanos y hermanas, hoy es un día muy especial: miramos a María y nos dejamos mirar por ella; buscamos las palabras más sinceras y sentidas para decirle que es nuestra Madre, que la queremos, que estamos a su disposición y Ella, calla, asiente, sonríe...
Pero me vais a permitir que hoy, en la Fiesta Mayor de nuestro pueblo, le dé la palabra a Ella... nos ha escrito una carta... que dice así:
"Queridos hijos e hijas de esta villa de Herencia que me honra y alaba como Excelsa Patrona. Esto es lo que leo en vuestro programa... pero, aunque es cierto, me resulta un poco formal y recargado. Como no soy de muchas letras, he pedido a Lucas, mi evangelista preferido, que vaya tomando nota y añadiendo algo de su cosecha, como aquella primera vez que nos sentamos tranquilamente y le fui contando con emoción contenida todo lo que recordaba de la infancia de Jesús.
Miro el calendario y veo que hoy, 24 de septiembre, es vuestra fiesta en mi honor. Hoy celebráis a "Nuestra Santísima Madre de las Mercedes", a vuestra "Hermosona", como decís. Me gustan esos nombres que pronunciáis con tanta emoción y esa imagen que contempláis con tanto sentimiento; se ve que me tenéis un cariño muy especial. Con esa corona, ese bastón de mando, esa mantilla y esas flores tan bien puestas, sobre esa carroza plateada, me siento de verdad como una Reina, como la Regidora perpetua de vuestras vidas. Aunque yo cuando me miro en el espejo cada mañana me veo, no sé... más sencilla, más de andar por casa, como una vecina más del pueblo. Pero ya comprendo que son cosas de la ley que me tenéis, de la fe y la devoción, del amor que a todos nos hace "exageraos". Y no paráis de exclamar: viva nuestra Virgen de las Mercedes, la más guapa, la más graciosa, la más pura, la más alta, la más hermosa. ¡ Hay que ver cómo sois, hijos míos!
"María de la Merced!, ¡Cómo me gusta este nombre para mí! Me trae a la memoria aquellas aventuras redentoras de Pedro Nolasco y los primeros mercedarios, hace casi 800 años, cuando surcábamos el Mediterráneo -yo iba con ellos siempre- en aquellos frágiles bajeles, mecidos unas veces por olas suaves de misericordia y compasión, y zarandeados otras por vientos contrarios, amenazados por la tempestad de la barbarie y la rapiña. ¡ Cuántas historias se han escrito desde entonces, de liberación y martirio, de fe y entrega de la vida! Y cuántas ha de seguir escribiendo en estos tiempos vuestra Orden de la Merced, toda la Familia Mercedaria, porque bien sabéis, casi mejor que yo, que la cautividad no es cosa del pasado.
A propósito de esto, me han asegurado que sois un pueblo muy mercedario desde hace siglos, casi, casi desde que os concedieron la Carta Puebla. Es lo mejor que se puede ser, que los demás me perdonen, porque, si es verdad, significa que sois solidarios, apasionados por el evangelio de la libertad, que no permitís que nadie sea perseguido por su fe ni calumniado o marginado por sus ideas, que sois capaces de ver lo bueno de los demás, aquello único y especial que Dios ha grabado en cada alma.
¿Sabéis qué es lo que de verdad me hace vibrar, saltar de alegría? Cuando os veo luchar por una buena causa, cuando dejáis de murmurar y hacéis las paces, cuando rezáis con humildad, sin creeros mejores que los demás, cuando sois capaces de acoger, de perdonar, de apoyaros unos a otros cuando vienen mal dadas ¡Sí, éstos son mis hijos!
Dejadme por un momento que os mire uno a uno, dejadme, porque sé que a veces os fallan las fuerzas, que parece que Dios calla, que a nadie faltan achaques y pérdidas, soledades y desamores. Dejadme enjugar esa lágrima que tantas veces intentáis esconder; y cogeos de mi mano, que el yugo es llevadero y la carga ligera si vamos juntos.
Os he dicho ya que me gusta la imagen en la que me veneráis, pues yo también tengo una imagen de vosotros, tal vez la mejor. En cada uno, en cada una, desde el más chico hasta el mayor, me fijo, descubro y beso la imagen bendita que mi Hijo, el Predilecto. Aunque tengo que confesar que algunos me lo ponen difícil, pero, en fin así somos las madres, que no damos a ningún hijo por perdido.
Contaría más cosas, pero tengo que acudir también a otras fiestas a las que me invitan, ¡cómo negarme! Con tal cantidad de títulos, dogmas y advocaciones con los que me honran y me nombran, es que no paro, que no sé ni en qué día vivo. Pero lo que si os aseguro, ya para terminar, es que cada día tengo tiempo para escucharos, que día y noche velo con carió a los más débiles, a los enfermos y que no me canso de repetir una y otra vez, aunque me llaméis pesada, lo mismo que dije en las bodas de Caná, señalando a mi Jesús, con sus discípulos y todos los convidados presentes: "Haced lo que El os diga".
Os bendigo, os quiero, os llevo siempre en el corazón.
Firmado: María, vuestra Madre querida de la Merced
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